Bendito el hombre que confía en el Señor

¡Descansa en el Señor, confía en Él!, así nos invita el Salmo 37,7. Las Santas Escrituras constantemente llaman al cristiano a confiar en Yahvé, Nuestro Creador. Cuando nos detenemos a observar la realidad nos encontramos con un mundo confiado en la limitada sabiduría humana y en la errada convicción de que podemos construir un mundo sin Dios.

Esto dice el Señor: “¡Maldito el hombre que confía en el hombre, que en el mortal se apoya y su corazón se aparta del Señor! Es como tamarisco en la estepa, que no siente cuándo llega la dicha, porque arraiga en los lugares abrasados del desierto, en tierra salobre y despoblada. Jeremías 17,5-6.

Bendito el hombre que confía en el Señor, y en el Señor pone su esperanza. Es como un árbol plantado junto al agua, que alarga hacia la corriente sus raíces; nada teme cuando llega el calor; su follaje se mantiene verde; en año de sequía no se preocupa, ni deja de producir frutos.” Jeremías 17,7-8.

Estar apartado de Dios, es en sí mismo una situación tan lamentable para el alma, que puede llamársele maldición. Cuando los seres humanos están lejos de Dios nada les nutre, en cambio cuando está carca del Todopoderoso, no deja de producir frutos. El texto no se refiere a frutos materiales, sino a frutos del Espíritu Santo en nosotros; no en vano nos anuncia que habrá calor pero también nos dice que en ese creyente “su follaje se mantiene verde”.

Del mismo modo, quienes se mantienen apartados de Dios se arraigan a tierra despoblada. En la vida practica, una persona que ama realmente a Dios no intentaría robar en tiempos de pobreza, pero una persona apartada del Señor no tendría problemas en justificar un comportamiento deshonesto para conseguir un beneficio material.

El gran peligro que ha asechado a la cristiandad en todos los tiempos es la doctrina del mundo; la doctrina del mundo nos invita a creer y a “apoyarnos en el mortal”, de modo que empezamos a convivir en medio de confusiones, un buen ejemplo de ello son aquellos cristianos que llegan a creer que el aborto es una solución razonable, pero olvidan que el aborto es un asesinato.

“No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial.” Mateo 7,21.

Nuestro Señor Jesús nos advierte que muchos llegarán a escuchar su nombre, y muchos llegarán a pronunciar su nombre, pero nos enseña que es haciendo la voluntad del Señor como se entra a su reino, el único camino para conocer su voluntad es mantenerse cerca de Él. Jesús nos ayuda a comprender también que los frutos del Espíritu crecen cuando hacemos la voluntad del Padre celestial.

Puede ser aún más evidente que nos alejamos de Dios cuando creemos que unos mandatos divinos son correctos y otros mandatos son relativos o innecesarios. ¿Cuántas veces hemos dicho “si yo fuese Dios haría esto o aquello”? ¿Cuántas veces hemos escuchado que determinados grupos exigen la aprobación del matrimonio homosexual en la Santa Iglesia Católica? Todas estas son señales de que no conocemos la importancia de confiar en el Señor.

Quienes confían en el Señor no se ponen a pensar: “yo haría esto de otra manera”, o “Dios se equivocó en este mandamiento o en esta ley”, o “la Iglesia debería apoyar ésta idea o ésta otra”, pero esto no es una casualidad, Satanás y los ángeles caídos creían ser mejores que Dios e iniciaron un camino de rebeldía, convirtiéndose en seres malditos.

¡Oh esperanza de Israel, Señor, todos los que te abandonan serán cubiertos de vergüenza; los que se apartan de ti, serán condenados, porque abandonaron al Señor, la fuente de agua viva! Jeremías 17,13.

Así como enseña el texto de Jeremías, hombres y mujeres deben mantener su confianza en Dios, aceptar sus mandatos, e ir constantemente a la fuente de agua viva: podemos hacerlo asistiendo a la Santa Misa, y al sacramento de la confesión, leyendo la Santa Biblia, uniéndonos a las pequeñas comunidades o los grupos de la parroquia, por mencionar algunos. ¡Descansa en el Señor, confía en Él!

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