Después de que Juan el Bautista y el Espíritu Santo presentaran a Jesús en el río Jordán, Nuestro Señor marchó al desierto para ser tentado por cuarenta días y cuarenta noches, luego empezó su vida pública. El Evangelio de San Mateo narra también que Cristo recorría Galilea y su nombre era cada vez más conocido, en esta palabra nos encontramos con Jesús impartiendo las características que deben hallarse en un cristiano que vive la fe.
Estas características expresadas en las bienaventuranzas indican que, a pesar de las dificultades, el creyente se encuentra afortunado por manifestar estas gracias, pues Dios ve estas cualidades, aunque los tiempos no parezcan favorables.
Jesús comienza por destacar la humildad espiritual: Al ver las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos; y se puso a enseñarles así: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios”. Mateo 5,1-3. El Papa Francisco indica que esta humildad espiritual se manifiesta claramente en María, quien conquista el cielo justamente al hacerse pequeña y obedecer al plan de Dios, sin reparos, creyendo en Él.
No es extraño que como cristianos queramos entender la fe desde ideas o filosofías humanas, quizás los paradigmas humanos pretendan darnos seguridades, pero es la humildad ante los planes de Dios la que abre las puertas al cielo. Jesús oraba en el huerto, pensaba en el duro momento de la cruz, pero finalmente aceptó tomar ese cáliz. Ser capaces de aceptar la voluntad de Dios es lo primero.
“Dichosos los afables, porque ellos heredarán la tierra”. Mateo 5,4. Ser afable se acopla a la forma en que San Pablo describe los frutos que el Espíritu Santo logra en nosotros cuando le dejamos actuar: “Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley”. Gálatas 5,22-23.
Si el primer punto es aceptar la voluntad del Padre, el segundo punto es llenarse de Espíritu Santo, pues es el Espíritu Santo el que nos consigue la santidad.
“Dichosos los afligidos, porque ellos serán consolados”. Mateo 5,5. A pesar de que la vida tiene momentos duros, Jesús nos recuerda que el Padre nos mira con amor, y que su amor y su justicia será nuestro consuelo: “Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido”. Apocalipsis 21,4.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5,6. Al igual que el punto anterior, este llamado de Jesús nos pide mantener bases firmes en la fe, bases que nos sostengan en la fe aunque no conozcamos victorias o sintamos sufrimientos a lo largo del camino.
Vencer el pecado
“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Mateo 5,7. Jesús nos pide que hagamos vivir estas palabras que cada día afirmamos en nuestras oraciones: “Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe […]“. Lucas 11,4.
Jesús nos compromete a ser igual que el Dios que nos creó, y darle valor a nuestros hermanos, amigos y enemigos. Siempre queremos ser valorados, respetados o aceptados, justamente esta valoración es la que debemos dar al prójimo. En el mismo sentido, debemos recordar que hacemos parte de un templo o una parroquia y no conformarnos con cultivar una fe virtual o teórica.
“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5,8. Jesús nos recalca nuestro deber de rechazar y renunciar al pecado: “El vencedor heredará estas cosas, yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los homicidas, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el estanque ardiente de fuego y de azufre: esta es la segunda muerte”. Apocalipsis 21:7-8. Es necesario vencer.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Mateo 5,9. Jesús se refiere a personas comunes que construyen paz, podemos estar seguros de no estaba pensando en los que usan la palabra “paz” como bandera política, mientras ensucian el nombre de sus opositores políticos. Jesús habla de personas enamoradas de Dios, quienes sienten verdadera empatía por otros, sin discursos demagógicos.
No es un camino fácil
“Dichosos los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el reino de Dios. Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros toda suerte de calumnias por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. Pues también persiguieron a los profetas antes que a vosotros”. Mateo 5,10-12.
También nos ha enseñado Jesús que: “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros”. Juan 15,18. Ciertamente, muchos de nuestros santos fueron martirizados, perdieron la vida, pero no negaron a Dios; parecen haber perdido ante el mundo, pero tristemente es el mundo el que se pierde la oportunidad de recibir el amor de Dios.
Aclamad al Señor toda la tierra, alegraos, regocijaos, cantad. Salmos 98[97],4.
(Traducción: Nuestra Sagrada Biblia)