Caín, si obraras bien, ¿no alzarías la cabeza?

Si encontramos los nombres de Caín y Abel, casi automáticamente recordaremos el primer asesinato narrado en la Santa Biblia, pero no la pasemos tan rápido, pues la historia de Caín nos permite reflexionar a cerca de cómo nos relacionamos con Dios. Contemplemos el hecho de que Caín conoció de cerca a Nuestro Creador, sin embargo, Caín no aprendió a amar a su hermano como Dios ama.

Recordemos el texto: El hombre tuvo relaciones con su mujer, la cual concibió, dio a luz a Caín y dijo:  “He tenido un hombre gracias al Señor”. Tuvo después a su hermano Abel. Abel fue pastor, y Caín agricultor. Génesis 4,1-2.

Pasado algún tiempo, Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos de la tierra. También Abel le ofreció los primogénitos más selectos de su rebaño. El Señor miró complacido a Abel y su ofrenda, pero vio con desagrado a Caín y su ofrenda. Caín entonces se encolerizó y su rostro se descompuso. Génesis 4,3-5.

El Señor le dijo: “¿Por qué te encolerizas, te muestras malhumorado y vas con la cabeza baja? Si obraras bien, ¿no alzarías la cabeza?; en cambio, si obras mal, el pecado está a las puertas de tu casa y te acosa sin que puedas contenerlo”. Génesis 4,6-7.

Génesis relata la historia de Caín y Abel, en aquel momento, ambos realizan sus ofrendas al Señor, Abel ofreció lo mejor que había cosechado de su trabajo, mientras que la ofrenda de Caín no llegó a ser agradable a Dios. Dios observó que Caín no obraba bien, por eso no era capaz de alzar la cabeza.

Este momento nos muestra una caracteristica común en los seres humanos: la vergüenza. La vergüenza es un signo de que somos capaces de reconocer que hemos hecho algo mal; algunas veces no reconocemos nuestros errores ante los demás, sin embargo, en lo privado podemos recapacitar y ver nuestras propias fallas.

Algunas personas, lamentablemente, dejan de observar el bien y se habituan a pensar y a actuar sin contemplar la voluntad de Dios. Cuando estamos alejados de Dios y su enseñanza de amor es muy fácil perder la vergüenza, por ello nos encontramos con posiciones y comportamientos claramente anti-cristianos.

Ejemplo de ello es el discurso del aborto, en este no existe la vergüenza, quienes lo defienden no son capaces de avergonzarse por condenar a la muerte a un ser humano que está formándose en el vientre de la madre.

Otro ejemplo es la falta de vergüenza en las campañas políticas, cuando los candidatos comunistas usan la herramienta de la división, conspiran y siembran el odio entre los ciudadanos (incluso entre cristianos), mienten y difaman al otro, destruyen moralmente a sus rivales políticos. Ellos no sienten ninguna verguenza en destruir con mentiras a otra persona. 

Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos al campo”. Cuando se encontraron en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Génesis 4,8. Caín no pudo contener los impulsos del pecado, como Dios le había advertido. La primera tentación consentida por Caín fue la envidia, esa envidia sin freno desembocó en un plan para asesinar a su propio hermano.

La envidia es otro signo de que estamos alejados del ejemplo amoroso de Jesús, quien justamente nos enseña: “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” Mateo 5,7. La envidia es, en muchos casos, una ausencia de misericordia, de tal forma que algunas veces nos preguntamos: ¿por qué le va bien a éste o a aquel que hace tantas cosas malas? Incluso llega a considerarse que es una injusticia. También nos pide Jesús que no juzguemos, quizás en nuestros juicios no exista justicia, en cambio puede nacer un juicio por envidia.

El Señor preguntó a Caín: ¿Dónde está tu hermano?”, y él respondió: “No lo sé. ¿Es que soy yo el guardián de mi hermano?” Génesis 4,9.

Luego de la envidia llegó la determinación de hacer daño: Caín asesinó a su hermano. Finalmente, Caín cometió un tercer pecado: mintió. La historia de Caín y Abel es realmente breve, pero presenta lo importante que es comprender el amor de Dios y hacernos semejantes a Él y a su forma de amar.

Ausencia de amor

Antes de la ley de Moisés los humanos no estaban reñidos a mandatos, sin embargo, había una forma de agradar a Dios: el amor. Las ofrendas a Dios eran actos de amor, así también lo era obrar con bien, justamente esto le señala Nuestro Señor a Caín: “Si obraras bien”. Obrar bien es otro acto de amor.

El pecado en nuestra vida común es el resultado de la ausencia del amor, tal como las obras de Caín; ejemplo de ausencia de amor es la infidelidad en las relaciones de pareja, levantar calumnias al prójimo, apropiarse de un bien ajeno, ponerle precio a la vida de otro ser humano, abortar, entre muchos otros comportamientos hirientes.

Caín conoció a Dios, pero no llegó a obrar con amor, no comprendió el amor de Dios y no supo ponerlo en práctica, por ello llegó a asesinar. Muchos creyentes faltamos a la voluntad de Dios, creemos en Dios, y sabemos que el amor es el mandamiento más importante, pero nuestra imperfección está en no amar como Jesús y el Padre nos han amado.

“Si alguno dice que ama a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. El que no ama a su hermano, al que ve, no pude amar a Dios al que no ve.” 1 Juan 4,20. Nuestra relación con Dios está en paralelo ante cómo nos relacionamos con el prójimo, por ello es bueno recordar que la historia de Caín no es sólo un relato de asesinato, es un reflejo de cuanta maldad puede crecer en el corazón, y nos recuerda que no es suficiente con reconocer a Dios como Nuestro Creador, puesto que también es necesario amar como Dios nos ama.

Entradas relacionadas

Shares