El misterioso número 300: Gedeón y los espartanos

Se precisa de antemano mencionar que este artículo no intenta generar o sustentar teorías sin fundamentos, ni llevar a errores de fe a ningún lector. La mirada sobre la curiosa cifra de trecientos guerreros en las historias de Gedeón y Leonidas en las Guerras médicas llama la atención a primera vista. ¿Por qué el mismo número de guerreros? Es todo un misterio, pero ¿es posible ignorar que aquella victoria griega ha sido importante, en algún modo, para el cristianismo?

¿Cómo habría influido una derrota griega en la historia del cristianismo?

Trecientos soldados, trecientos, detuvieron la invasión persa en la batalla de las Termópilas, en agosto del año 480 antes de Cristo; más allá de lo heroico que parezca que un reducido número de hombres detuviera la amenaza persa, encontrarnos con la caída de Grecia suponía algo más que una simple derrota en batalla, la caída de Grecia hubiera supuesto en consecuencia el posible afianzamiento de un mundo sin la influencia griega, en medio de la cual fue posible que creciera la fe católica.

¿300? ¿Simple coincidencia?

Coincidencia o no, la reducida cifra en las filas espartana, es curiosamente, la misma cifra de los hombres que lucharon en nombre de Dios ante los medianitas, bajo el liderazgo de Gedeón, como está escrito en el libro de Jueces del Antiguo Testamento. Los trecientos judíos enfrentaron a quince mil medianitas y vencieron.

Jueces 7,7, El Señor dijo a Gedeón: “Con los trecientos hombres que han lamido el agua os libraré y pondré a los madianitas en tus manos. Que todos los demás se vayan cada uno a su casa”. Aquellos cogieron en sus manos los cántaros y trompetas del pueblo. A todos los demás hombres de Israel los mandó a cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos.

Hay mucho más en el Antiguo Testamento, pero más que una coincidencia, es la evidenciada relación entre el pueblo judío y el espartano.

La relación política y filial entre espartanos y judíos.

Viajando al libro de 1 Macabeos, capítulo 12, versículos 1 y 2, se encuentra narrado el intercambio de mensajes entre ambos pueblos:  Jonatán, viendo que las circunstancias le eran favorables, escogió algunos hombres, que envió a Roma para confirmar y renovar la amistad con los romanos. En el mismo sentido escribió cartas a los espartanos y a otros pueblos. 

Copia de la carta que Jonatán envió a los espartanos: «Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, y los sacerdotes y el resto del pueblo judío, a sus hermanos los espartanos, salud. Ya en otros tiempos Areios, vuestro rey, envió una carta al sumo sacerdote Onías; una carta en la que declaraba que sois nuestros hermanos, como lo muestra la copia adjunta. Onías recibió con todos los honores al enviado y aceptó la carta, que contenía un tratado de amistad.» (1 Macabeos 12,5 al 8).

La misma carta hablaba de la persecución al pueblo judío, pero destacaba la ayuda de Dios en todo momento: «Nosotros, por el contrario, nos hemos visto envueltos en tribulaciones y guerras, pues nos han atacado los reyes vecinos. Pero no hemos querido servir de carga ni a vosotros ni a los demás aliados y amigos, ya que hemos recibido ayuda del cielo. Ahora nos ha librado de los enemigos, que han sido humillados.» (1 Macabeos 12: 13 al 15).

A su tiempo, llegó la respuesta de Esparta a los judíos: Copia de la carta enviada a Onías: «Areios, rey de los espartanos, a Onías, sumo sacerdote, salud. Hemos encontrado en un documento que espartanos y judíos son hermanos, por pertenecer a la raza de Abrahán. Ya que hemos conocido esto, os agradeceremos que nos informéis de vuestra prosperidad. En cuanto a nosotros, os decimos: vuestros ganados y vuestros bienes son nuestros, y los nuestros son vuestros. Por eso mandamos que se os comunique esto.»  (1 Macabeos 12,19 al 23).

Mas adelante, en el capítulo 14, versículos del 16 al 23 del mismo libro, son los espartanos quienes confirman la renovación del pacto entre ambos pueblos.  Este reencuentro entre ambos pueblos pone sobre la mesa la relación entre espartanos y judíos, reconociéndose como hijos de Abraham.

Las referencias históricas estiman que Areo I (Areios, en esta traducción bíblica) es el rey de Esparta en cuestión, de quien se sabe, estuvo a cargo de esta dignidad desde el 309 antes de Cristo hasta el 265 antes de Cristo.

Los espartanos de los tiempos de las guerras médicas, ocurridas más de cien años antes de las cartas diplomáticas entre el Areios y el sumo sacerdote Onías, eran formados dentro de la estructura de las sociedades guerreras, en una ciudad que negaba todo placer, todo confort, toda comodidad, incluso toda alegría, los historiadores atribuyen esta forma de vida a un legislador llamado Licurgo.

“Los niños [espartanos] eran criados por sus madres hasta los siete años, después de los siete años eran criados por el estado. Todo el pueblo era un pueblo guerrero, ellos no tenían ejército, ellos eran un ejército, es una sociedad creada para la guerra.” Afirmaba la historiadora Diana Uribe en su desaparecido programa radial Historia del Mundo, una descripción que permite ver comprender las capacidades en batalla del mencionado pueblo griego.

La importancia griega

¿Cuán valiosa puede haber sido esta recordada victoria espartana para el mundo cristiano? Más allá de la conocida e importante influencia griega en la vida política, social, filosófica, académica, artística o cualquier atributo que falte por mencionar, es destacable que el Nuevo Testamento haya sido redactado originalmente en esta lengua; tomando en cuenta que las promesas de Salvación se cumplieron en Israel y que los doce Apóstoles eran hombres del mismo origen, sin olvidar que el Antiguo Testamento no había recurrido a esta lengua extranjera en particular.

Los viajes de los Apóstoles a lo largo de las ciudades griegas merecen un capítulo propio; al respecto, es justo resaltar que el plan de Dios condujo a Pablo a llevar las nuevas buenas a diferentes ciudades de Europa, estas fueron las semillas que luego permitieron que los imperios españoles y portugueses sirvieran a la evangelización de América, África y Asia.   

Esparta fue un pueblo que se reconoció a sí mismo como prole de Abraham, en tiempos del rey Areios, su victoria en las Termópilas fue sin duda importante para la preservación de Europa y los venideros reinos que aceptaron el evangelio y lo proclamaron alrededor del mundo. Los trecientos de Esparta fueron el escudo que mantuvo en pie a las naciones que pronto se convertirían al cristianismo, así como los trecientos de Gedeón vencieron a los enemigos que buscaban aniquilar al pueblo de Dios.

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