Después de escuchar la Palabra de Dios y la homilía, justo antes de ofrecer nuestros dones al Señor, el sacerdote y los feligreses proclaman la fe de la Iglesia. Este momento de fe es parte esencial de la Santa Misa , y este paso nos lleva a declarar en qué creemos, un hecho no menor considerando que muchos cristianos han sido perseguidos y asesinados desde los inicios del cristianismo por declarar públicamente que creen en Jesús.
La Iglesia cuenta con dos Credos, en primer lugar encontramos el Credo de los Apóstoles, el cual se ubica en el Siglo II y III, luego encontramos el Credo de Nicea proveniente del año 325, ambos responden a la pregunta ¿en qué creen los cristianos?
En el libro los Hechos de los Apóstoles, capítulo 10 y versículos 37 hasta el 43, se presenta a Pedro declarando en casa de Cornelio, en Cesarea, dando un bocado de nuestro Credo: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Ellos lo mataron, colgándolo de un madero.” (Hechos de los Apóstoles 10,39), aquí observamos la afirmación del Credo, cuando anunciamos que Cristo fue crucificado, muerto y sepultado.
“Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestase no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos;” (Hechos de los Apóstoles 10, 40 y 41), ahora, tal como Pedro afirmamos que: al tercer día resucitó de entre los muertos.
“Y nos encargó predicar al pueblo y proclamar que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.” (Hechos de los Apóstoles 10,42). Del mismo modo, continuamos diciendo: ha de venir a juzgar a los vivos y muertos.
“Todos los profetas testifican que el que crea en él recibirá, por su nombre, el perdón de los pecados”. (Hechos de los Apóstoles 10,43), y finalmente declaramos: creo en el perdón de los pecados.
Así como Pedro deja sentado en el Evangelio aquello en lo que se sustenta la fe cristiana, más adelante, Pablo reafirma la importancia de proclamar el Credo, en el libro de Romanos 10,8-11.
“Pero ¿Qué dice la Escritura? La Palabra está cerca de ti, en tu boca, en tu corazón, esto es, la palabra de la fe que proclamamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Con el corazón se cree para la salvación. Pues dice la escritura: Todo el que cree en él, no será defraudado.”
Dicho de otro modo, cuando proclamamos nuestra fe, encontramos que confesar nuestro Credo es motivo de salvación.
Más tarde, en el capítulo 11 de Hechos de los Apóstoles, Pedro explica por qué estaba reunido con aquellos hombres paganos: “Pues si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿Cómo podría yo oponerme a Dios?” al oír esto callaron y glorificaron a Dios, diciendo: “Así que también a los paganos Dios ha concedido el arrepentimiento para alcanzar la vida.” (Hechos de los Apóstoles 11,17-18).
Sus afirmaciones dan cuenta de cuán importante es reconocer la fe en Cristo Jesús, pues este acto (por habitual que parezca) es en realidad un paso fundamental en la salvación, puesto que el Espíritu Santo nos ha permitido encontrar la verdad revelada en Jesús y nuestra fe habrá de salvarnos, tal como leemos en Lucas 7,50, Él dijo a la mujer: “tu fe te ha salvado, vete en paz”.
(Traducción: Nuestra Sagrada Biblia)