¿Tener fe es sólo creer que Dios existe?

Suelen recordarse los hechos ocurridos entre Adán, Eva y la serpiente desde el punto de vista del pecado y el origen de nuestra naturaleza pecadora, sin embargo hay mucho más en ese hecho especifico narrado en el libro de Génesis: esta reflexión fija su atención en la fe, ¿qué es la fe? ¿Tener fe es sólo creer o pensar que Dios existe? Vamos al inicio, el texto explica quien era la serpiente.

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Es cierto que os ha dicho Dios: No comáis de ningún árbol del jardín? Génesis 3,1. Nadie ignora que la serpiente es nada menos que Satán, el que viene a sembrar la separación, la discordia entre el hombre y Dios.

¿Pero sabía Satán que Dios existía? Si, Satán mismo conocía a Dios y se declaró en rebelión contra Dios; empezamos a ver que Satán conoce a Dios y sin embargo, este versículo muestra cuando la serpiente crea una mentira respecto a Dios.  

La mujer respondió a la serpiente: Nosotros podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Sólo del fruto del árbol que está en medio del jardín nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, bajo pena de muerte”. Génesis 3,2-3, esta respuesta demuestra que el hombre y la mujer conocían la ley de Dios y desmiente la duda propuesta por la serpiente.

El engaño

Entonces la serpiente dijo a la mujer: “¡No, no moriréis! Antes bien, Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y el mal”.  Génesis 3,4-5

La mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió; dio también de él a su marido, que estaba junto a ella, y él también comió. Entonces se abrieron sus ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos taparrabos. Génesis 3,6-7

Dios estaba entre ellos

Esta parte del texto anterior indica el momento en que la ciencia del bien y el mal llega a los ojos y al corazón de Adán y Eva, producto del engaño; y aquí viene una escena, el hombre y la mujer se muestran atemorizados por primera vez. Oyeron después los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se escondieron de su vista entre los árboles del jardín. Génesis 3,8.

Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?” Y éste respondió: “Oí tus pasos en el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí”. El Señor Dios prosiguió: “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿No habrás comido del árbol que te prohibí comer?” El hombre respondió: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Qué es lo que has hecho?” Y la mujer respondió: “La serpiente me engañó y comí”. Génesis 3,9-13.

Ambos temen y se avergüenzan por primera vez, ambos temen al encontrarse ante Dios. Esto significa lo que sabemos, el pecador se reconoce como pecador por primera vez, pero también significa algo más: era común para Adán y Eva estar en la presencia de Dios, y nunca antes se sintieron de ese modo. Pero algo más: significa que aunque Adán y Eva estuvieron en presencia de Dios, no tuvieron suficiente con ese privilegio de estar ante Él para creer profundamente.

Creer profundamente requiere algo más que poder ver evidencias físicas de la existencia de Dios.

También hay fragilidad entre los conocen a Dios

Son conocidas innumerables historias de hombres y mujeres de Dios, laicos o consagrados que algún día se dijeron a sí mismos que Dios no existía, que Dios los había abandonado, que ellos ya no le importaban a Dios, dudaron de las promesas de Dios, o lanzaron cualquier reproche contra Dios. Y si Adán y Eva dudaron de Dios mismo, en más de una ocasión los apóstoles dudaron de Jesús.

Tomás, uno de los doce, a quien llamaban “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Él les dijo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo”. Juan 20,24-25.

Este es un momento muy recordado en el Evangelio, uno de los hombres que compartió camino junto a Jesús, un hombre que vio y presenció maravillas que ni siquiera fueron escritas en la Santa Biblia, tuvo el atrevimiento de dudar de Jesús. Ambos textos nos evidencian que ver a Dios no se traduce en tener una fe profunda, o una fe viviente.

Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, estando las puertas cerradas, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!” Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo aquí, y mira mis manos; trae tu mano, y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Tomás contestó: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús dijo: “Has creído porque has visto. Dichosos los que creen sin haber visto”. Juan 20,26-29

Es satisfactorio encontrar que nuestro Señor Jesús exalta a aquellos que hemos creído sin haber visto su rostro o tocado sus heridas, sin haber escuchado su voz, sin haber visto caminar al Creador en el jardín.

Ama a Dios siempre

¿Tener fe es creer que Dios existe? ¿Ver a Dios nos reforzaría la fe? ¿Es suficiente ver milagros para creer en Dios? ¿Es necesaria la evidencia para creer en Dios? ¿La fe es ver señales constantemente? No, puesto que Satán conoció a Dios y su gloria y aún así se reveló contra Él; Adán y Eva conocieron al Creador y aún así le desobedecieron; Tomás conoció el poder de Cristo y aún así pidió pruebas físicas de que Jesús estaba realmente resucitado.

Conceptualmente, la fe es creer aunque no se ve. En la vida cristiana la fe es creer en medio de la persecución; la fe es creer en medio de la derrota; la fe es creer aunque lo que le pedimos a Dios no se nos conceda; la fe en Dios es amar a Dios incluso ante la misma muerte.

Tal como lo indicó nuestro Señor Jesucristo, la primera ley es amar a Dios sobre todas las cosas (la ley más importante, precisó en Mateo 22,36-40); amar a Dios suena fácil pero no lo es, porque el amor no se sostiene en evidencias, el amor que se sostiene en evidencias puede llegar a ser muy frágil. Ama a Dios, Ama a Dios siempre, siempre.

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