Durante la vida de fe es común hacernos preguntas respecto a la doctrina y a los dogmas católicos; hacernos estas preguntas con frecuencia es la mejor manera de mantener los pies sobre la roca firme que cimienta a la Iglesia y resolver los malos entendidos. Lamentablemente, es común que muchos creyentes interpreten que nuestros Sacramentos son tramites o formalismos, por ello es fundamental entender el Sacramento de la Confirmación.
En primer lugar, la Confirmación celebra la renovación de los compromisos adquiridos en el Bautismo, por medio de los cuales hemos renunciado al pecado. Más profundamente, el Catecismo Católico nos enseña que “Bautismo, Confirmación y Eucaristía forman una unidad”, en el mismo numeral del catecismo —1306—, se nos advierte que si nos conformamos con el Bautismo “nuestra iniciación cristiana queda incompleta”.
“Los apóstoles, que estaban en Jerusalén, al saber que Samaría había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan; llegaron y oraron por los samaritanos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno de ellos, y sólo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, el Señor. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo” Hechos de los Apóstoles 8, 14-17.
Estos versículos describen a la perfección los fundamentos de este Sacramento: primero, es necesario haber recibido la palabra de Jesús y estar bautizado; segundo, los Apóstoles como Obispos imponen sus manos a los fieles que recibirán el Sacramento. Aquí también encontramos que San Pedro y San Juan fueron ante los samaritanos para que también recibieran el Espíritu Santo, y su iniciación cristiana no quedara incompleta.
Pentecostés
Antes del Pentecostés, Jesús dio una promesa a los Apóstoles en Juan 14,16, “Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté siempre con vosotros, el espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y está en vosotros”.
Jesús anuncia que los Apóstoles recibirán el espíritu de la verdad, con ello se refiere a su afirmación en Juan 14,6,“Yo soy el camino, la verdad y la vida”. El Espíritu Santo es quien mantiene viva la misma verdad que Jesús anunció y reveló en su vida publica. Es gracias al Espíritu Santo que la verdadera doctrina se ha conservado en la Santa Iglesia Católica a lo largo de dos mil años, aún en medio de la persecución que ha sufrido a lo largo de la historia.
“Al llegar el día de pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente un ruido del cielo, como de viento impetuoso, llenó toda la casa donde estaban. Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse”. Hechos de los Apóstoles 2,1-4.
El Evangelio destaca que el Pentecostés ocurrió cuando estaban todos los Apóstoles reunidos con María y otros discípulos, por tanto es un Sacramento que se celebra en comunidad. Después se destaca que todos quedaron llenos del Espíritu Santo, el numeral 1302 del Catecismo nos lo reafirma: “el efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés”.
El Bautismo ya nos confiere la misión de evangelizar y llevar el nombre de Jesús a todo el mundo, con la Confirmación —citando el numeral 1303 del Catecismo— se “nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz.”
Pablo, muestra mas tarde, que la Confirmación se continuó celebrando en todo aquel lugar en donde hubiesen nacido nuevos discípulos de Cristo, y así como Pedro impuso sus manos en los samaritanos, Pablo las impuso en Éfeso, «[…] llegó a Efeso, encontró algunos discípulos y les preguntó: «¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe?» Ellos contestaron: «Ni siquiera hemos oído decir que haya Espíritu Santo»». Hechos de los Apóstoles 19, 1-2.
Pablo explicó a los discípulos de Éfeso que debían recibir el bautismo instituido por Jesús, «Al oírlo, se bautizaron en el nombre de Jesús, él Señor. Cuando les impuso las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar». Hechos de los Apóstoles 19, 5-6.
Los capítulos 8 y 11 del libro de los Hechos de los Apóstoles reflejan la existencia del sacramento de la Confirmación desde la fundación de la Iglesia en cabeza de Pedro, resalta que este sacramento está destinado a los cristianos que han sido bautizados previamente, es administrado por los obispos y permite que descienda el Espíritu Santo sobre el confirmado.
Adultez en la fe
La confirmación es un paso a la adultez en la fe, un paso en el que se espera que el cristiano viva su vocación y su llamado, bien sea hacia una vida sacerdotal o hacia una vida matrimonial, en ambos casos, el confirmado recibe los dones para llevar una vida santa y misionera. Una vida santa porque ya no deseará alejarse de Dios, y misionera porque deseará enseñarle a otros a comprender el plan de Dios.
Isaías 11,1-2 nos enseña los siete dones del Espíritu: “Un brote saldrá del tronco de Jesé, un vástago surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: el espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor.”
Nosotros, como discípulos de Jesús, sólo manifestamos los dones según la voluntad de Dios y la acción del Espíritu Santo, y como enseña el Catecismo, los dones completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
San Pablo explica que “Así, el Espíritu a uno le concede hablar con sabiduría; a otro, por el mismo Espíritu, hablar con conocimiento profundo; el mismo Espíritu a uno le concede el don de la fe; a otro el don de hacer milagros; a otro el decir profecías; a otro el saber distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero, a otro hablar lenguas extrañas, y a otro saber interpretarlas. Todo esto lo lleva a cabo el único y mismo Espíritu, repartiendo a cada uno sus dones como quiere.” 1 Corintios 12,8-11.
Finalmente, es justo comprender a la Confirmación como el inicio de una nueva etapa de la vida en la que nosotros somos servidores de Jesús en medio de la vida cotidiana y en la familia, al tiempo en que procuramos seguir creciendo en la fe.
(Traducción: Nuestra Sagrada Biblia)