Nacer de agua y Espíritu es necesario para entrar en el reino de los Dios, así lo enseña claramente Nuestro Señor Jesucristo en medio de su conversación con Nicodemo, un magistrado judío que se reunió con Él y expresaba su aceptación por Jesús como enviado de Dios, tal como lo relata el Evangelio de San Juan. Es durante el Sacramento del Bautismo cuando este nuevo nacimiento se produce.
Había entre los fariseos un hombre importante, llamado Nicodemo. Una noche fue a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si no está Dios con él”. Juan 3,1-2.
Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que se puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?” Juan 3,3-4.
Jesús respondió: Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de carne es carne, y lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. 3,5-7.
Antes de iniciar su vida pública, Jesús fue en busca de Juan el Bautista, pese a que Juan no se sentía digno de bautizarle, así ocurrió: “Entonces Juan accedió a ello. Una vez bautizado, Jesús salió del agua; y en esto los cielos se abrieron y vio el espíritu de Dios descender en forma de paloma y posarse sobre él. Y se oyó una voz del cielo: Este es mi hijo amado, mi predilecto”, Mateo 3,16.
El bautismo de Juan a Jesús, es diferente al Bautismo establecido por Cristo. La escena de Mateo cumple la función de presentar en sociedad al Mesías, por ello el momento central es cuando la voz del cielo señala que Jesús es el hijo de Dios, a su vez, este momento cumple la profecía de Malaquías 3,1: «Yo enviaré mi mensajero a preparar el camino delante de mí; pronto vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis[…]« . Pablo lo esclarece aún mas en Hechos de los Apóstoles 19, 4: «Juan bautizó con bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyese en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús».
Aclarada esta diferencia podemos proseguir; cuando somos bautizados dejamos de ser criaturas de Dios, y empezamos a ser sus hijos, somos liberados del pecado original y nos incorporamos a la Iglesia, como lo menciona el catecismo.
“El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu (“vitae spiritualis ianua”) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, Número 1213 del Catecismo de la Iglesia Católica.
El catecismo explica ampliamente este Sacramento que nos inicia al camino de salvación y santidad. Resaltemos estas características: el Bautismo es Don, pues es dado a los que no tienen nada. Es Gracia, pues es dada a los culpables. Es Unción, por tanto es sagrado y real. Es Iluminación, es luz resplandeciente. Es Vestidura, y cubre nuestra vergüenza. Es Baño, pues nos lava. Es Sello, de modo que nos guarda y es signo de la soberanía de Dios.
Suele cuestionarse la tradición católica de bautizar a los niños aunque estos tenga poca edad y no puedan expresar su consentimiento, sin embargo, el Bautismo es el mejor regalo que se le puede dar a un ser querido. El Bautismo es un regalo maravilloso, pues nos sella como propiedad de Dios, nos libra del pecado original, se nos da aunque no tengamos méritos o merecimientos, se nos es dado aunque somos culpables.
No vale la pena postergar este encuentro con Nuestro Señor, pues no somos nosotros quienes elegimos a Dios, es Dios quien nos elige; no caigamos en la soberbia de imaginar que somos nosotros quienes elegimos a Dios.
Jesús fue incomprendido muchas veces, en el mismo encuentro con Nicodemo expresó: “Si os hablo de cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo me creeríais si os hablara de cosas celestiales?”, Juan 3,12. Por fortuna, los movimientos protestantes han aceptado el Bautismo como un paso necesario para la vida en el Espíritu.
Es necesario apuntar que es un error bautizar por segunda ocasión a una persona, pues realmente basta un sólo Bautismo, como consta en Éfeso 4,5: «Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo […]«.
Como bautizados tenemos la bendición de pertenecer a Dios, reconocernos como escogidos de Dios (a través de este Sacramento), también puede ser una fuerte inspiración para alcanzar una verdadera conversión en la que continuamos renunciando al pecado.
(Traducción: Nuestra Sagrada Biblia)