Existen tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor o la caridad; San Pablo pone la caridad —o el amor—, como la virtud fundamental: “Tres cosas hay que permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más grande de las tres es el amor”. 1 Corintios 13,13. La virtud de la caridad nos define como hijos de Dios, en el mismo sentido podría afirmarse que la caridad es el mayor signo de que hemos conocido a Dios: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. 1 Juan 4,8.

“Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan. Aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve”. 1 Corintios 13:1-3.

Las aclaraciones de San Pablo son vitales para no caer en confusiones, es decir, no es más cristiano aquel que manifiesta un don en particular, no es mejor aquel que habla las lenguas de los ángeles, no es más favorecido el que anuncia a Nuestro Señor entre las multitudes, ni siquiera el que regala sus propiedades más valiosas, lo que en realidad tiene valor es el amor que existe en esas acciones.

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”. 1 Corintios 13,4-7, nos indican las características del amor.

Claramente, éstas cualidades de la caridad pertenecen a la naturaleza del amor que Dios Padre ha demostrado a toda la creación, puesto que así es el amor que Dios nos ha dado. “En esto se ha manifestado el amor de Dios por nosotros: en que ha mandado a su Hijo único al mundo para que nosotros vivamos por él”. 1 Juan 4,9.

Dios nos amó primero, de ninguna forma debemos creer que somos nosotros quienes elegimos a Dios, y la tarea es ir igualando el amor como Dios lo ha enseñado. San Pablo nos advierte que aún habrá imperfección en este camino, pero el amor es la clave que no nos permitirá fallar.

“El amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, las lenguas cesarán y tendrá fin la ciencia. Nuestra ciencia es imperfecta, e imperfecta también nuestra profecía. Cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto.” 1 Corintios 13,10.

El amor es el que permite que nuestra Santa Iglesia Católica cuente con numerosos santos que brindaron su vida por otros, tal como Jesús entregó hasta su último aliento en la cruz.

Santa Teresa de Calcuta dedicó su vida al servicio de los menos favorecidos, eso es un ejemplo de caridad y una manera de transparentar a Jesús, pues no actuó pensando en destacarse como una mujer altruista; todo lo contrario, la Madre Teresa quiso decirle con sus acciones al mundo: “¡Este es el Cristo en el que creemos, el Dios que es amor!”.

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