¿Quién puede predecir las cosas que sucederán al día siguiente? Quisiéramos ser capaces de saber que sucederá después, como seres humanos es inevitable querer tener el control de la vida, o tener el control sobre las cosas más importantes de la vida; es tan natural este sentir que algunos acuden al tarot o a personas que presumen predecir el futuro, sin embargo las Santas Escrituras nos indican cuál es el verdadero camino: derrotar las angustias.
“Dios es nuestro refugio y fortaleza, un socorro seguro en momentos de angustia; por eso no tememos aunque la tierra se conmueva y los montes se desplomen en el fondo del mar, aunque sus aguas rujan y se encrespen sus olas, aunque ellas se alboroten y los montes retiemblen”. Salmos 46 [45],2-4.
En cualquier momento de la vida acabamos enfrentando momentos de angustia, y este salmo viene a decirnos que no existe el temor para quienes se refugian en Dios, no existe temor para quienes van en busca de Dios como una fortaleza. Es decir, los problemas pueden ir y venir a la vida de cualquier cristiano, pero es el cristiano el que no debe fiarse de sus propias fuerzas y de las seguridades humanas, pues éstas no llegan a ser suficientes; quien sólo confía en sí mismo puede flaquear, pero quien confía en Dios guardará siempre un poco de esperanza, es esta confianza en Dios la que permite apartar al temor.
Teniendo confianza en Dios se apartan los temores, esto sólo es posible porque el cristiano aprende a asumir que los sucesos positivos o negativos tienen un significado para la salvación de su alma, de modo que acepta las victorias y las derrotas, y aceptan verdaderamente las palabras de Romanos 8,28, “Y sabemos que Dios ordena todas las cosas para bien de los que le aman, de los que han sido elegidos según sus designio.”
No tiene sentido asustarse con el futuro que desconocemos, si verdaderamente confiamos en que Dios nos dará victorias y derrotas para nuestro propio beneficio. La única forma de vivir según estas palabras es mantener una relación con Dios a través de la oración. Las angustias no pueden quedarse en nuestra mente, debemos ponerlas delante de Dios: “No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias.” Filipenses 4,6.
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que os ensalce a su debido tiempo. Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros”. 1 Pedro 5,6-7.
Nuestro Señor Jesús espera que entendamos que debemos centrarnos en el día de hoy, incluso si este día es el día en que más carencias tenemos: “Por eso os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido.” Mateo 6,25.
Desde un punto de vista práctico, tiene mucho sentido tomar conciencia de qué estamos haciendo en el aquí y en el ahora, debido a que la realidad de este día es consecuencia de las decisiones, acciones u omisiones que hemos realizado en semanas, meses o en años anteriores. Visto de este modo, el día de hoy es un fruto de lo que se ha cultivado en tiempos pasados, y lo más importante: aquello que cultivemos hoy nos dará un fruto en el futuro.
¿Qué podemos hacer hoy para mejorar eso que queremos lograr? La respuesta es sencilla: tomar el día de hoy como el momento en el que se empieza a cultivar. ¿Qué podemos hacer para no sentir angustia constantemente? Creer en las palabras de Romanos 8,28 y saber que Dios ordenará las cosas para bien de los que le aman.
Jesús quiere que nuestra decisión de hoy sea buscarle y aprender a ser una oveja guiada por su amor. “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. Así que no os inquietéis por el día de mañana. A cada día le bastan sus problemas.” Mateo 6,33-34.
(Traducción: Nuestra Sagrada Biblia)